¿Qué busca usted aquí, hijo mío?

Con la gracia y vivacidad en ella naturales cuando se hallaba lejos de las miradas de los hombres, la señora de Rénal salía por la puer¬ta del salón que daba al jardín, cuando vio junto a la puerta princi¬pal a un joven campesino, casi un niño todavía y extremadamente pálido, que acababa de llorar. Llevaba una camisa muy blanca y, bajo el brazo, una chaqueta muy limpia de ratina morada.
La tez de aquel joven campesino era tan blanca, sus ojos tan dulces, que la imaginación un tanto novelesca de la señora de Rénal pensó por un momento que pudiera ser una muchacha dis¬frazada que acudía a pedir algún favor al señor alcalde. Aquella pobre criatura, detenida ante la puerta principal, y que, por las trazas, no se atrevía ni a tocar la campanilla, le dio lástima. La señora de Rénal se acercó, olvidando por un momento la amar¬gura que sentía por la llegada del preceptor. Julien, vuelto hacia la puerta, no la vio avanzar. Se estremeció al oír una voz dulce que le preguntaba al oído:
-¿Qué busca usted aquí, hijo mío?


Stendhal
Rojo y Negro

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